de la jerarquía a la conarquía
La palabra jerarquía deriva del
griego hierarchía, de hierárches y significa jefe (de árchein,
mandar) de las funciones sacras (hierái), entendida como relación
recíproca de supremacía y subordinación. De esta palabra deriva el adjetivo jerárquico,
del griego eclesiástico hierarchikós,
apto a mandar, que se refiere a una jerarquía y a sus funciones: estructura
jerárquica; poder jerárquico; lo que corresponde en virtud de la posición que
se ocupa en una jerarquía; por vía jerárquica, siguiendo los trámites de los
grados de una jerarquía. Sinónimos de jerarquía son
las palabras clasificación, grado, escalafón, escala, en relación a orden,
mando, encargo, constitución, forma, frecuencia, gama, gradación, ley,
legislación, norma, normativa, ordenación, orden, organización, pirámide,
reglamentación, reglamento, selección, secuencia, serie, sistema,
disposición, estatuto, estructura, sucesión, tonalidad, tono. Jerarquía tiene muchos sinónimos pero
ningún antónimo. Normalmente,
por costumbre, se propende a identificar la palabra jerarquía con la palabra organización, que en cambio tiene
muchos antónimos: babel,
babilonia, algarabía, caos, confusión, desorden, desorganización,
indisciplina, laxismo y también alboroto, maremagno, loquera, desbarajuste, jaleo, follón,
bulla, fárrago, montón, gentío, atasco, revoltijo, multitud. De esa
manera, las palabras antónimas de organización asumen también un significado
antónimo de jerarquía. Así, se piensa que si existe jerarquía existe también
organización y que si no existe jerarquía tampoco existe organización. ¿Pero es justamente verdad? La jerarquía es efecto de la selección y la selección es la regla fundamental de la evolución. Las partes más fuertes y más idóneas se imponen sobre las otras. Y así desde el origen del universo. El aniquilamiento de algunas partes les permite a otras partes evolucionar. Parece la única ley natural posible. En realidad, la selección no es más que
la primera ley que permitió el proceso de evolución: una ley casual que se
impuso por efecto del aumento de la complejidad. Para comprender ese concepto, tenemos
que imaginar el momento cero antes del inicio del tiempo. Sin tiempo no hay
espacio. Mejor, el tiempo es efecto del espacio. Y puesto que la materia está
formada por energía, espacio y tempo, antes del espacio y del tempo podía
existir solo energía pura sin espacio y sin tiempo, formada por partículas
elementales independientes, inmóviles, en el estado más simple, dotadas de
inteligencia primordial: un caos de energía potencial totalmente no
expresada. Puesto que todo ocurre por necesidad, y
es necesario lo de lo que no se puede dejar, también la energía pura sin
espacio y sin tempo necesitó pasar del estrado más simple a un estrado
completo. Para hacerlo, la energía pura tenía que
transformarse. Para transformarse, sus partículas de energía independientes
tuvo que entrar en relación entre ellas, con el movimiento, creando el
espacio y luego también el tiempo y volviéndose interdependientes. Con el inicio del espacio y del tempo, la energía pura empezó su proceso de evolución, del estrado de máxima sencillez hacia el de máxima complejidad. A cada estrado del proceso de evolución le corresponden determinadas necesidades. Para afrontar las necesidades se hacen
algunas tentativas. Una necesidad puede ser satisfecha con la primera o
varias tentativas, hasta que uno de ellas no satisfaga la necesidad. La tentativa, quizás no la primera, que
satisfizo la necesidad de evolución de las partículas elementales
interdependientes dotadas de inteligencia primordial fue la selección. Siguiendo en las tentativas, la manera
mejor habría podio ser diversa pero la inteligencia primordial de las
partículas elementales y la fortísima aceleración de los primeros
acontecimientos no permitieron otras tentativas. Así, el proceso de selección (elección)
se ha convertido es regla del proceso de evolución. Para aplicar la regla de
la selección sirve la estructura jerárquica. El sacrificio de algunas partes
es función de la evolución del conjunto de las otras partes. Hasta nosotros. Ahora, después de millardos de años del
inicio del tempo y del espacio, el ser humano está dotado de una inteligencia
mucho más elevada que la primordial de las partículas elementales y luego
puede intentar descubrir una regla de evolución mejor que la selección. De
esta consideración nace la idea de la conarquía. Conarquía ha derivado del gringo àrchein (jefe, mandar) y koiné
(común, unión) y significa mandar en común, en unión. Conarquía es el
antónimo de jerarquía. Una estructura jerárquica puede ser representada como
una pirámide escalonada. En una estructura jerárquica, las partes están
dispuestas en varios niveles (escalones) diádicos (de doble alcance). Quien se
halla en un determinado nivel representa a sí mismo cuando se dirige a las
partes que se hallan en los niveles inferiores. Una estructura conárquica
puede ser representada como una esfera en la que cada parte interacciona con las
otras. Todas las partes de una esfera tienen el mismo alcance aun teniendo
diversas funciones: por ejemplo, las partes que se hallan más próximas al
centro de la esfera mantienen un determinado equilibrio respecto al medio
ambiente exterior y las que se hallan más próximas a la superficie de la
esfera mantienen la velocidad y la dirección de la esfera. En un sistema con estructura
conárquica no existen niveles. Cada parte se mueve y comunica libremente con
las otras. No hay selección
sino unión. La evolución de cada parte, de todas las partes, es común. Todas
las partes tienen las mismas condiciones medioambientales de partida y todas
las partes pueden actuar para su máxima realización. La organización jerárquica está
fundamentada en una relación de mayoría de algunas partes respecto a las
otras (supremacía y subordinación). En la organización conárquica cada parte
participa en la gerencia de los procesos de evolución y forma un todo junto
encaminado a la máxima evolución posible de todas las partes. ¿Cómo se puede transformar la estructura
jerárquica en una estructura conárquica? También en este caso, la solución tiene
que responder a la lógica racional. La estructura jerárquica provoca siempre
dos fundamentales efectos típicos y alternativos: la explosión y la
implosión. Hay explosión cuando las partes subordinadas se rebelan a su condición porque aplastadas por las partes jerárquicamente sobre ordenadas, provocando una reacción rápida y violenta que extiende y escinde (divide) el sistema. Pero la explosión no modifica la estructura del sistema y con el tiempo el sistema se reúne como era antes de la escisión. Hay implosión cuando las partes sobre
ordenadas comprimen en exceso las jerárquicamente subordinadas. En este caso
se provoca una ruptura repentina del sistema, que cede ante la presión de las
partes sobre ordenadas con proyección de los fragmentos hacia el interior.
Tampoco la implosión modifica la estructura del sistema y con el tiempo se
realiza un proceso de fisión por efecto del que los fragmentos se fijan o se
integran con las partes que se hallan en niveles jerárquicos típicos. Por lo tanto, con los efectos típicos de una estructura jerárquica, esta estructura no se trasforma. Para conseguir transformarla, ocurre un proceso de fusión. La fusión es la concentración entre muchas partes o muchos grupos de partes, cuyo resultado final es la formación de un nuevo organismo regulado por leyes diversas de las del resto del sistema. Por efecto del proceso de fusión se puede formar una red, una concatenación de partes o de grupos que en su totalidad pueden atraer todas las otras partes del sistema que se hallan en las mismas condiciones. Si la fusión tiene como objetivo una estructura conárquica, al final todo el sistema tendá una estructura conárquica. El proceso de fusión necesita un
detonador y las condiciones materiales para que las partes puedan participar:
antes de todo información y, luego, conocimiento de las propias
posibilidades, luego voluntad, coraje y, por fin, acción concreta. La manera más simple para participar en
el proceso de fusión es la en que tres partes forman un grupo, representado
por la letra y (épsilon): cada una de las tres partes forma un nuevo grupo de
tres partes, cada una de las cuales forma un grupo sucesivo de tres partes,
hasta que cada parte esté fundida en un grupo de tres partes. La progresión
del proceso Y en la formación de una estructura es rapidísima: 1, 3, 7, 15,
31, 63, 127, 255, 511, 1.023, 2.047, 4.095, 8.191, 16.383, 32.767, 65.535,
131.071, 262.143, 524.287, 1.048.575. En 18 fases se supera el millón de
partes. Luego, 2.097.151, 4.194.303, 8.388.607, 16.777.215, 33.554.431,
67.108.863, 134.217.727. En otras 7 fases se superan los 100 millones de
partes. Por fin, 268.435.455, 536.870.911, 1.073.741.823, 2.147.483.647,
4.294.967.295. Así, en 30 fases, en que cada parte forma un grupo de tres
partes, pueden participar en la fusión más de 4 millardos de partes. El proceso Y ya
está en curso, aunque mantenido el más lento posible, para tener la máxima
certidumbre de la validez de la estructura conárquica. Pero, a parte de
cualquier motivo táctico, puesto que en la Tierra viven ya más de 6,5 millardos de seres humanos, 5
millardos de los que tienen al menos 16 años de edad, esta estructura, antes
de manifestarse, tiene que estar formada por más de 3 millardos de
participantes, más del 60 por ciento de las partes (personas) con al menos 16
años. Hasta entonces,
hay que construir la conarquía y convivir con la jerarquía. De aquel momento, la conarquía
tomará el sitio de la jerarquía. Miércoles, 31 de mayo de 2006 Rodolfo Marusi Guareschi |